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TAN TAN

Desde que tenía uso de razón, me fascinó el juego,
pero más que eso en sí, es decir, usar los juguetes,
me necantaba apostar las canicas, trompos, baleros,
cochechitos y cochesotes, soldados, ¡todo, pues!.

A veces perdía y cuando ganaba, me sentía muy bien;
más grandecito, me enseñé a jugar las damas chinas.
Aprendí canasta española, dominó y no recuerdo quién
me enseñó pókar y albur, mas no modelar plastilina.

En la Lotería, marcaba con negros frijolitos las figuras;
apostaba algunos centavos con mis contrincantes.
Me embelesaba saber, por ejemplo, que con La Luna,
el juego ganaría y las monedas. ¡Eso era importante!

También jugué a los clásicos volados de banqueta
y como tenía mucha suerte, helados comía gratis,
pastelitos y golosinas, resfrescos y palanquetas,
que a mis compañeros les arrebataba en un tris.

En Serpientes y Escaleras, la suerte era de mi lado,
igual que en el Turista, ya fuera nacional o mundial.
Sin recurrir a trampas, me favorecían los dados
y triunfaba, quedando siempre en el primer lugar.

Ya en la adolescencia, me dio por practicar billar;
me ausentaba de clases y en las pintas, iba a jugar.
Si perdía, iba con todo por la revancha y a desquitar,
el desánimo en mí nunca alcanzaba cabida ni lugar.

A los 20 años, aposté en el boliche y sí que gané.
Esa ocasión, dupliqué así el pago de mi salario.
Fue cosa de un rato para ganar en un santiamén.
Celebré en grande, junto con mis amigos del barrio.

Era un consuetudinario, apasionado y hábil jugador,
no había cosa sobre la que no apostara o jugara.
En el fútbol, retaba a otros sobre el mejor goleador,
pero eso sí, me gustó siempre seguir reglas claras.

Me casé, pero era tan excelsa mi obsesión por jugar,
que ambicionando un rancho formalicé audaz apuesta:
la propiedad sería mía o mi esposa perdía sin dudar.
Gané y allá en el rancho, ella lucía mucho más bella.

Un buen día, recordé los consejos de mi padre:
el juego, decía, es cosa maldita que te denigra,
te lo digo yo, que te quiere y que muy bien sabe,
que la mala suerte la pagarías hasta con la vida.

De haberle hecho caso, sin duda estaría hoy con él.
Mi soberbia y arrogancia, siempre fueron grandes.
Hoy, mi padre presume de años ya casi los cien;
yo, morí por una deuda de juego que nunca saldé.

TAN TAN


Raff

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Publicado el: 24-10-2003
Última modificación: 31-10-2016



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