El suicida aliento
que falleció en mi nuca,
estremeció mi cuerpo
retornándome a la gestación
y dejando muda mi boca.
Del sublime momento,
que despertó, un súbito deseo,
tan solo fue testigo la luna,
que observaba sonriendo
e iluminando
la bóveda oscura.
Y cuentan las estrellas
cuando duerme el día,
que en la fugaz estela
se quedó escrito,
que aquella noche, fue única,
quedando eternos ,
en el infinito cielo,
se inmortalizó
tu imagen y la mía.
|