Es la noche,
que viene,
que regresa,
sin besos,
sin sueños,
sin esa melodía.
Presiento,
que algo ocurre,
que se torna agresiva tu mirada,
que te vas,
sin adiós,
sin saludo,
y desvelas sentimientos,
acompasados,
por la tenue luz
de aquella lámpara,
que duerme,
que alumbra,
lo viejo,
lo inerte.
Y lloro
porque llorar no es pecado,
si las lágrimas son furtivas.
Quise decirte,
¡Que te quiero!
pero no estaba permitido,
y me fui,
desconsolado,
despojado de ti,
con la esperanza a cuestas,
y me pase los días,
en los pasillos,
grises y turbados de la noche,
y aún,
aún así,
confío en tu palabra,
y espero...
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