¡Sentí tanto que te fueras!
¡que ni siquiera
un triste beso me dejaras!
No se que pasó,
¿Que extrañas dudas te amarraron,
y que silencios provocaron tu partida?
La suerte se rompió por la parte más débil,
y nuestro amor,
aquel que parecía eterno,
emigró a la luna,
a pedirle cuentas,
a soliviantar el mar de las calmas,
y navegar sin rumbo ¡sabe Dios a donde!.
Yo esperaba paciente tu regreso,
el cielo de tus labios,
emblemático,
irresistible,
irreverente...
¡Pero jamás volvió!
Siempre empeño mi ser en la esperanza,
y tengo como norte la templanza,
mas no olvido el error,
tampoco su parte de verdad y de mentira,
por eso no oculto mi dolor,
la pena que veces
me arrastra a la tristeza,
y me impide seguir abriendo paso.
Por eso, amor mío,
prefiero la soledad alegre de la tarde,
que morir en el cielo de tus labios.
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