Añoro las latentes sonrisas,
las largas tardes de sol
llenas de cantares y alegrías.
Aquellos años
en los que no conocía los pesares
y no congeniaba con la melancolía.
Lo cotidiano
era jugar entre las flores,
era dormir entre nubes de algodones
y soñar lo que sería de mi vida.
Y hoy,
corriendo en la maratón del tiempo,
sin tan siquiera darme cuenta
de cómo corren los segundos
ganando a los minutos,
sólo encuentro,
pequeños intervalos
de lo que tuve siendo una niña.
Falsa y efímera felicidad
que apareces cual fantasma
y cuando en mis yemas la siento
se esfuma en la nada,
conduciéndome a la búsqueda incansada.
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