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Las palabras nacen del vuelo

A Luis García Gil,
poeta gaditano.

I
Una hoja de eucalipto
Linda entre el sueño y la alegoría
Entre los ecos de las sombras del aire
Entre los féretros o nichos de las palabras
Entre los escombros
De una página titubeante
Entre una raíz negra
De la yedra del lenguaje
Entre un siglo de incertidumbres
Entre una fecha abstracta de destinos

Una hoja de eucalipto
Cabe en la suerte de una baraja.


II
El mar crece con sus ojos líquidos
Las algas y el musgo como un matorral de sales
La arena como una mitología de pájaros
Inventados
Las conchas como un deletreo de metáforas
En el hojerío adánico del océano
Mientras el mundo clava su frente
Sobre espectros indecisos.


III
El mar alza la espuma en tempestades
Hace abanicos sobre los peñascos
Disemina el agua para que los peces vuelen
Y el hombre pueda hacer diademas
Con escamas de sal vertiginosa.


IV
De la semilla nacen los rayos de la clorofila
El temblor aciago de las aceras
El perfil prodigioso del orégano
El sonrojo amable de la remolacha
Los párpados verdes del berro
El insomnio bullente de la cebolla
El discurso profiláctico de los limones
Lo demás lo hacen las nubes y los relámpagos
Cuando se cuelgan del vacío.


V
Las aves sobre el mar graznan relámpagos rojos
Constelaciones de follajes secretos en los helechos
Melodías con plumajes nocturnos
Prados como copos del tiempo abismando sus ancas
En las cometas de las lámparas...


VI
Permanezco en una bicicleta de páginas dormidas
Los frutos tienen una profunda somnolencia
La humanidad tiene heridas más grandes que un ciclón
Los muertos están más agobiados que un cortejo fúnebre
Como las estrellas que deambulan en el humus
Se puede escribir dormido arañando la luna
Sin que nadie la toque y llegue a sus faldas blancas
Los poemas son cuchillos
Con los que se corta el cuello de las palabras.


VII
Un reloj sobre una rama es un grito del espíritu
Ojo descuajado
En inmensas aglomeraciones de transeúntes
Un reloj es un cristal orgásmico de las grandes ciudades
Donde la gente aprendió a beber el tiempo
En senos de burbujeantes hormigas.


VIII
Los astros tienen la simetría del silencio
La tragedia de los adulterios tras el hollín del rumor
Los astros a menudo son perfumados por los pájaros
Cuando la lluvia los alberga en las sienes
Y las cucharas de las hojas detienen gorgoritos de saliva.


IX
Tiendo un puente sobre el vacío
Hago escrutinios hasta que vuelan las palabras
El polvo se mueve como las orejas de un elefante
Hurgo mi materia y la sangre con madreselvas
Y construyo como vigilante nocturno
Un inmenso fardo de césped
Para respirar junto al cierzo del horizonte.


André Cruchaga

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Publicado el: 11-12-2003
Última modificación: 00-00-0000


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