Vas a partir hacia lejanas tierras
para asistir a nuestra hija Ana
y yo te procuraré mañana
en las formas del viento y la montaña,
pues tú eres para mi el aire,
la paloma noble y trashumante
que lleva en cada ala un instante
de su altivo y portentoso vuelo.
Te pido conduzcas mis sonetos
con la sutil noción de mis palabras.
Aquí te esperarán mis ruegos
y cuando arribes a tu casa, luego,
bendeciré tu rectilínea frente
y aguardaré de ti... candentes fuegos.
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