Con coronas de violetas ya marchitas
conmigo marchaste ayer al camposanto,
en lóbrega soledad, frialdad segura,
con tu temible ambigüedad, de santo.
Y en tanto tu alma, hoy insegura
busque la luz, encontrará penumbra,
a menos que surja de la tumba
tu indefinida y limpia contextura.
Pero aquí estoy, recordado amigo
esperado tu retorno, enardecido,
porque has de volver, en incorpórea vida
aunque sea convertido en pensamiento,
en el recuerdo de tus hijos, y jamás vencido,
en los destellos de la aurora, día por día.
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