Besé tu boca, palpitante grana,
tus párpados de azules encendidos,
mientras tus ojos parecían dormidos
en aquél día de transparente calma.
Retratábase el valle en tus pupilas
con sus montañas altas y serenas,
cuando te hablaba de mis cosas buenas
encendías de rubores tus mejillas.
Besé luego tus hombros voluptuosos
y sentí el aroma de tu carne,
para tener en tus abiertos ojos
un destello de amor, una promesa,
y en el espejo de tus labios rojos
surgió brillante el sol... color turquesa.
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