De gris se dibujó aquel celaje
en la fachada de mi tarde triste,
cuando con mano firme tú esculpiste
de mi certeza el celestial paisaje.
Esfumáronse negros los deslices
de tu ceja radiante y tan ambigua
y en esos claros de la luz contigua
surgiste con tus brillos y matices.
El rojo se volvió de ardiente fuego
con tu sangre candente e ilusoria,
así encarnaste en tu faz la gloria
de tus ojos y un cielo transparente,
pues en el momento de mi amor contigo
se avergonzó la luz... concupiscente.
|