Fuiste una casta flor en el desierto
entre espinas y cardos expectables
y cuando hundimos en el mar abierto
nuestras sombras y besos fantasmales.
Y fue cuando rodamos por el cieno
de una pasión de ofertas mentirosas,
en espera de besos y de rosas
para encontrar el tan ansiado cielo.
Quebrose entonces nuestro amor de pronto
sin un ¡ay!, sin dolor y sin promesas,
sí, de esas que profieren los mortales
y en la antesala de cobardes horas,
en espera de tiempos memoriales
murió nuestro cariño...en las tristezas.
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