Sé que estás ahí,
tan pequeño como una crisálida
y siento que ya te amo
en todo tu ser y en tu afán simbiótico.
Eres una astilla del universo.
Cual escultor del gótico,
tu corazón empezó a cincelar
tus días, tus noches y tu vida
hasta el infinito de tu tiempo.
¿A dónde llegan las voces de tu madre?
Seguramente a tu fugaz capullo
con los afanes de la tribu toda,
por sentir tu carne en nuestros brazos
al alcance del beso y del arrullo.
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