IM�GENES DIVIDIDAS


�Cada uno est� solo sobre el coraz�n de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y de pronto anochece�.
Salvatore Quasimodo: Y de pronto anochece.


Dar� vida a las palabras muertas
Para que hablen en los parques y alamedas
Har� una escalera formidable para subir al cielo
Aunque no sea uno de los ungidos ni me haya transfigurado
Con los tirantes de mis pantalones atar� la tristeza
Y lanzar� globos encendidos a los espejos
Me deshar� de mi l�nguido cad�ver
Para murmurar palabras en un cuerpo desnudo
Me sentar� sobre un and�n para esperar otros cien a�os
A que la lluvia de la infancia vuelva a caer en mis manos
Despu�s de diluirme entre el peso de los recuerdos
Que venga el graznido de la noche y cave mi tumba
De todas formas nada hay que niegue lo innegable:
Cada quien tiene en su casa un cementerio
Cada quien alimenta la tierra dejando los utensilios de la mesa
Y un vac�o con musgos que salta de las paredes
S� que la angustia y el dolor me la dieron otros cuerpos
As� he andado como la carga de un semoviviente
Y las pezu�as rumiando en la tarde
Con un dejo de invierno mon�tono en la garganta
Y una quemadura oscura en la memoria
Desandar� las calles y les pondr� mariposas con faroles
Despu�s que venga la noche a mi torpe edad
Vestida de mesa de �rbol o de mujer
Que sea bosque para descubrir el ritmo del misterio
Este tiempo u otro al fin de cuentas todos son n�ufragos
Viento que devela huesos o heridas en el ombligo
Efervescencia que crece como el vino en la lengua
Trompo que gira cavando la tierra con su �spero h�lito
Cegar� los verbos que llagan y ciegan las palabras
Para s�lo dejar p�jaros que rasguen las paredes del horizonte
Con una m�sica de mar de lago de r�o o estrecho
Como la sal abierta que responde al paladar
Como la luz de los p�rpados que parecen altares
Segar� la luz para arder en los caminos
Y sorprender la claridad con las pupilas del misterio
Acechar el deseo como una bestia en celo
Renunciar a los fueron del suicida
Que tiembla entre siluetas asfixiantes
Y espasmos hacinados de hocicos martiriales
Hay un desvar�o sin embargo en cortejos abisales
Danza de colmillos semejando rotos destellos
Besando el umbral de los telones de este teatro:
Tragedia que al final s�lo se viste de mortajas
Mantas anchas de los cuerpos cuando expiran
Para cambiar de escenario y trazar otros esbozos de acuarelas
Tal vez menos ardorosa que la actitud de las hormigas
Tal vez menos inquebrantable que la mirada de los ciegos
Tal vez m�s entendible que una pantomima en la niebla
Tal vez m�s hondo que el poder del arco y la flecha
Tal vez m�s humano que la fogata de las luci�rnagas
Tal vez menos extraviado que los mismos laberintos
Tal vez m�s consagrado que el rito de las hostia
Tal vez m�s h�medo que los ojos de humanidad cuando llora...
Baratria, 04012003.

André Cruchaga