Habiendo surcado el mismo cielo,
sin echar la vista atrás
tuvimos que partir el vuelo.
No fuimos aves rapaces
en busca de su presa,
pero si pajarillos sedientos
bebiendo del mismo riachuelo.
Ni las caricias, ni los besos
que se abrigaron en nuestras plumas,
pudieron anidar dos corazones
que se juraban amor eterno.
Y hoy, en los confines del universo,
duermen las palabras y las horas
que quedaron por vivir,
suspirando por tu encuentro
y llorando aquel sentir.
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