Surgió el sol radiante, de la nada,
cuando esperabas anhelante la primicia,
pues pude ver en tu boca la sonrisa
y de tus ojos la lánguida mirada.
El papel tembló en tus manos, trepidante,
como una hoja arrancada por el viento
y gozaste en la lectura, tu momento,
de aquel aviso, feliz y emocionante.
Rodó así por tu mejilla el llanto
en ese punto y al momento fijo,
mientras leías lo que esperabas tanto
con el alma dichosa y palpitante:
el doctor te dio en letras la noticia
de tu primogénito, al que llamas hijo.
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