Inmortalizados nuestros rostros,
se aparcan en mi mente,
y al volver a revivirlos
los suspiros indomables
huyen inminentes.
Al ver tus esmeraldas
en tu ausencia me recreo,
con diáfanas miradas
veo tu corazón ardiente
de pasión y de deseo.
Los ecos de las voces
suspendidas en el tiempo
sonreían a la madrugada,
y al compás de tu recuerdo
aumenta el ansia de tu llegada.
El reflejo de tu sonrisa
pintaba de tonos malva,
las primeras horas que despuntan
la aurora de la mañana.
Y en este mismo momento,
siento las caricias de tus manos
que surcaron en mi memoria,
y la imagen se desvanece desmayadamente,
al respirar la esencia de tu alma
que anida en nuestra historia.
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