Con los ojos cerrados, escucho,
desde el más apacible silencio
me detengo a escuchar tus latidos,
da igual sí un susurro o un gemido
sutilmente acarician mis oídos.
Dulces murmullos, suaves palabras
realzan mi apreciado sentido,
siempre que por tu boca hablas
algodonas hasta los quejidos.
Ni el viento con su canto celestial ,
ni el crujir de la danza hojarasca,
ni la música de las olas del mar
ni el garbo de unas castañuelas.
Son capaces de hacerme olvidar
el eco de tu voz, me embelesa.
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