Retumba en mis oídos aquel murmullo azul,
que entre penas de gloria caminaba,
y me alertaba con especial mesura,
que todo tiene fin,
incluso la memoria,
y las orquídeas que sonríen sin tregua.
Yo me quedé en silencio,
viendo pasar el amor sin detenerse,
y las turbias cancelas cerrarse,
entre chirridos horrendos,
entre pasmosas veleidades...
Era el último adiós,
el más dañino por su dudoso retorno.
Yo que vi cantar las amapolas,
y el alma mecerse en una cuna,
yo que te dije tantas veces,
que el principio y el fin eran lo mismo,
con este adiós tan duro,
tan oscuro y cruel que me arrebata,
retiro todas las palabras,
y los sueños,
retiro mis besos, y mi canto,
y me quedo entre lágrimas y desconsuelo,
llorando aquella tarde que se fue,
llorando aquel eterno adiós de primavera.
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