Baúles repletos de infancia
mantienen latentes sonrisas,
que viven siempre en el alma
sosteniendo el espíritu en la brisa.
Siempre un niño viajará en los tiempos
curtido de sabios y andados pliegues,
y yacerá el ímpetu de nuestros rezos
por la vital fuerza del espíritu joven.
Y en las tardes largas de penumbra
renacerán los anhelados recuerdos,
encauzando nuevamente los sueños
para resplandecer nuestro ser más interno.
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