Al poeta Jorge Guillén,
Usted bien lo ha dicho, maestro, los años
Son la espera del retorno al sosiego.
Al margen de cualquier efímero sentimiento,
Usted tiene de Goethe y de Fray Luis de León,
Un mar largo de verde misticismo: reunión de vidas
Donde se abrazan guitarras hechizadas
Por el alma desbordada en tiempo.
Más allá de cualquier minuto eterno,
Usted quiso ser y fue. Fue forma, enigma, avidez.
Fue poeta queriendo salvar la primavera:
Aventura entre aire y luz sin perder el cuerpo.
Con usted me doy cuenta que las palabras
Resbalan en el silencio su claridad,
Y que las aguas cuando cuelgan de las nubes,
Suscitan profundas imágenes de melancolía.
Si no es porque leo su poema: Versos escritos con desgano,
No lo creería que hubiese acumulado soles amargos.
En fin, esto lo hace más humano: el césped
También hace sangrar frases,
Y el rocío aspirar lágrimas deshabitadas.
La vida es así, poeta. Jamás se detiene,
Y si el cuerpo en tierra, agua o aire se disuelve,
Queda, sin embargo, el remanso de la letra,
Un camino andado de suma irrefutable.
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