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El muchacho de Praga



Al poeta Rainer María Rilke

Rumor de cipreses en la poesía;
Eterno badajo del otoño cayendo
Más pesado que el sueño.
Pájaro le miro tiritando en la noche;
Gris a veces, moribundo como asustados crisantemos.
Vagan los reflejos de las cicatrices en el aire,
Mientras el tiempo arde en los girasoles.
¿Cómo arrancarle las horas, poeta?,
Esas horas enmudecidas por lo eterno:
Esas horas en un estanque de tormentas,
Esas horas donde los abedules hacen temblar la primavera.
¿Cómo comprender la vida? ¿Para qué?
Hay que dejarla ligera como el pájaro,
Yendo por el camino en las hojas del viento,
Yendo entre la multitud abierta al mundo.
Si, ¿para qué? Si uno es huésped de lo transitorio,
Mientras el reloj se vuelve íntimo y eterno.
La vida es grande cuando envejecen los ensueños;
Cuando el árbol no cae con sus ojos cansados,
Cuando la luna sirve de flauta
Y la alegría de bufanda.
Fuera de toda sombra muda y anatema,
El hilo indeciso de la inquietud y el recuerdo,
Picotea el poyetón de los presentimientos.


André Cruchaga

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Publicado el: 04-06-2005
Última modificación: 00-00-0000


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