Al poeta Roque Dalton García
Duelen los labios fuera del mar.
Leer a Marx o a Platón, por ejemplo.
Las pupilas asesinan al viento;
Mientras el alfiler de la sed levanta grúas
De dudosa frescura hasta llorar por la noche.
Puede que el agua no corra por su cauce,
Ni las aspirinas quiten el dolor de cabeza;
Puede que el destino impalpable nos recuerde,
Y salgan soles de los cadáveres;
Pero sí duelen las piezas movedizas del ajedrez.
Los ángeles terrenales piensan: abren vidas,
Y saben morir soportando el Universo.
Los ángeles de alguna manera se confunden con los locos:
No ríen aunque pinten de sed la vida,
Y griten desde las entrañas de su propio río.
Hay grandes verdades en la sal del rito,
Hay muros de granito frente a la soledad,
Y gaviotas quemadas en el horizonte.
Los peces mueren frente al eco del sarcasmo,
Y aceptamos su muerte y su risa amarga.
Aceptamos que el viento sacuda el césped y las rocas,
Y que la muerte extienda su mano de fantasma.
Hoy el enemigo lame sigilosamente las aguas
Y caza ciervos con su boca de zarza.
Cuando por fin la ternura se tornó clara,
De súbito afloró la lágrima en la taberna,
Y la roca del grito hizo de nuevo el llanto.
Hoy, simplemente, cruzamos la calle para morir
En ese abandono titubeante de luciérnagas.
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