Al nacer, nací cantando,
y no conocí de cuitas,
pues las flores ya marchitas
de sed se van agotando.
Vengo a dar y vengo dando
el canto que no ataranta,
la pasión que sí decanta
y las voces de un decidor,
pues soy buen cantador
de un tono que a mí me encanta.
Propongo siempre el encanto
de esta pasión desmedida,
para darle así a la vida
lo que siempre espero, tanto,
que a veces hasta me espanto
de gozar luego mis penas
como si fuesen muy buenas,
de pregonar mis dolores
de cantarle a mis amores
con voz pausada y serena.
Yo nunca canté de dolor
ni tampoco de amargura,
mi canto es poesía pura
para cantarle al amor,
con fuerza de tono mayor
como instrumento de viento,
hasta perder el aliento
al cantarle a la dulzura,
a la paz y a la ternura,
y a todo buen sentimiento.
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