Noche a noche siento la tortura
interminable del dolor instalado
en mis entrañas.
Así mi sonrisa poco a poco
se va apagando y en mi cerebro
se confunden los relámpagos del
sufrimiento y el ruego
para que todo acabe.
Es el dolor tan profundo
que mi llanto se convierte en fuego
y aun así me queda el consuelo
de las ardientes lágrimas
aunque el grito de dolor
permanezca ahogado en mi garganta.
Me siento apenumbrada,
desnuda de sentimientos
y añoranzas, pequeña tímida
y con el alma amarga.
Sufro el dolor lacerante,
que sin permiso se apodera
de mi sangre es como si
se me fuera la vida
en cada punzada constante.
Solo un ruego para que este dolor acabe..
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