Maldita soledad, fiel compañera, viajera,
gruta obligada de los transeúntes de este
paseo llamado vida; sólo tontos como yo
que posan su mirada en el inmenso
azul viajando por cielos y mares...
Pobre peregrino cuando desvía su mirada,
ve a los lados y nada existe, ni él mismo
existe, porque no pertenece a nada ni a nadie,
desnudo tal cual vino a este mundo se trata de
abrazar y volver al vientre que le dio el despertar...
Vestido con lágrimas de cristal se coloca en su
posición fetal, cierra sus ojos deseando nacer
una vez más en luz y no en la oscuridad
que da la fría soledad...
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