Estaba escrito en tu tersa frente
el historial de nuestro amor temprano,
cuando mis pobres rimas de repente
volaron raudas con pesar mundano.
Y fue la suave brisa, ambivalente,
de aquella tarde, ¡qué febrero airoso!,
el cielo carmesí, muy repelente,
aroma agreste y a la vez sabroso.
Fue el principio de un compromiso cierto
y un trepidar de luces opalinas,
el ansia de buscarte, ser dichoso,
mil aves agoreras en concierto,
tus pupilas ardientes, cristalinas,
un ruiseñor cantando... caprichoso.
|