Dame su gusto a salobre,
mi boca no tiene destino,
sedienta estoy de él,
y sin su agua no vivo.
Llévame con el tormenta,
en esa noche de zozobra,
mira que quiero calmarlo,
si su alma se siente sola.
Hoy desde aqui vuelvo a ti,
para mi no hay secreto,
con la mente iluminada,
como si hubiese muerto,
conociendo la emboscada.
Inútil claridad,
temeroso presagio cierto,
aplacar la sed quiero,
ya que granada me tomas,
maduro fruto incierto.
Despues de caminar,
con manos entrelazadas,
bajo el sol abrasador,
besos, nos miramos
sin decir palabra.
No habará nada después,
una despedida rápida,
dolida separación callada,
ni concertado encuentro,
ni enojo en la mirada.
No habrá nada otra vez,
una certeza inexorable,
un poco de pereza y en mí
se quedará tu sed clavada.
|