Novia vaporosa, mujer sombría,
esposa del sol, de mi ansiedad doliente,
eres en las noches testigo impertinente
y farol de las playas y sus frondas.
Regálame tu luz de doble cuerno,
hechicera de tibias melodías,
mensajera de dulces sinfonías,
compañera de mis viajes al averno.
Rueda de plata en noches de gitanos
y brújula del triste caminante,
llena o a veces con tu luz menguante
iluminas con piedad mis pobres manos.
¡Oh! Selene, la novia de los lagos,
donde cantan los alados cisnes,
con tu síbila pronta me redimes
y con tus luces pueblas mis halagos.
Ayer, de niño te besé en las noches
poniendo la boca en la ventana fría,
y hoy cuando de hombre mi pasión confía
me fascina el nocturnal de tus derroches.
Me encanta tu sonrisa enamorada
de niña dulce y de mujer sonriente,
me gusta siempre de tu andar silente
tu titilar de blanca llamarada.
Luna hermosa, así extrañaré tus brillos
cuando cierre los ojos para siempre,
y también tus resplandores de septiembre
con el canto doliente de los grillos.
Será tu luz, del panteón en su penumbra
la que ilumine con destellos vagos...
muy poco a los cisnes y a los lagos
y con fulgor las piedras de mi tumba.
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