Te busco y no te encuentro
en la garra del águila arpía
ni en la punta de la flecha.
Te busco y no te encuentro
en las escamas de la sierpe
ni en los ojos del lince que me espanta.
Te busco y no te encuentro
en el aliento impuro de la hiena
ni en la planicie yerma y desolada.
Y es que tú estás en mi templanza,
en el buque fantasma que navega
hacia un puerto caribeño.
Estás en la plenitud de la caricia,
en la palabra incierta,
en los pliegues del verano,
estás en lo firme de tu empeño
y cuando te toco o te beso,
renaces en la aurora de mi mano.
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