No, la honda no hace al hondero,
es su fina vista y su aleve brazo
al poner la piedra con tirar certero
en donde quiso dibujar el trazo.
El trazo de la roca centellante
que cruza el cielo con furor y amago ,
el golpe que describe en un instante
de la herida el pesaroso trago.
Así cayó Goliat... ya fulminado
con pedrada fugaz y trepidante,
por la fuerza de David fue sentenciado
el temible y proverbial gigante.
En los caminos de Dios hay mil honderos
bien dispuestos a ajusticiar villanos,
que blandan espadas con instintos fieros
o apliquen leyes con sus propias manos.
La honda es del hondero la delicia,
es látigo sonoro y fustigante,
es forma de cumplir en un instante
cuando se trata de impartir justicia.
De esos hombres hallamos en la vida
con la piedra dispuesta, de tal suerte,
no sea entonces que pierdas la partida
y tengas tu David... en propia muerte.
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