Se detuvo Jesús en el camino
para ver pesaroso y con tristeza
un planeta plagado de pobreza
y con gente sin fe y sin destino.
Así clamó entonces a los cielos
entornando sus divinos ojos,
para curar tullidos y a los cojos
y devolver la vista de los ciegos.
No habrá encono ni tampoco queja
en mi parábola de hoy, hermanos,
pero sí para todos los humanos
una clara y valiosa moraleja:
Por favor no pierdan la esperanza
si tienen alguna desventura,
pues muy pronto les vendrá la cura
de la mando de Dios que todo alcanza.
Poneos siempre en el camino cierto,
sanen su sed y alivien sus dolores,
Jesús está en todos los amores
y en los prados más pobres de los huertos.
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