El cántaro de barro goteaba lentamente el agua del aljibe, la tierra sedienta amanecía húmeda, fresca, agradecida de aquella gota que parecía una aljófar brillante bajo los rayos del sol.
Un día, cuando las manos que lo posaban entre el lecho de piedras huecas sintieron el dolor punzante de la picadura de un alacrán, lo soltaron sin caricia alguna quebrándose por la mitad.
Desde ese día el cántaro de barro ya no fue más el cuenco que contenía la razón que daba vida al pedazo de tierra árida que ansiaba un poco del agua de su sed.
Se agrietó la tierra, las rocas porosas se desmoronan lentamente, y yo, como cántaro de barro, busco el aljibe que lo vuelva a llenar con el agua cristalina de sus pozos.



Migdalia B. Mansilla R.
Fecha: duele perder lo que creímos nuestro, duele perder lo que soñamos sería nuestro, duele perder lo que en realidad tuvimos, pero más duele perder las ilusiones que fueron ramilletes de mimos vivos.
Octubre 10 de 2005

Migbet