Dios también llora y sus lágrimas
no tienen consuelo ni se secan
con el viento frío de las montañas.
Su llanto es blando como algodón
y rueda por los valles, en la soledad
inmensa de un cielo sin estrellas.
Dios gime dignamente, se persigna
con el azul de los océanos
y se arrodilla para besar a un niño.
Es el ángel más bueno del universo,
con sus lágrimas dignifica al hombre
en el difícil ajedrez de la vida.
Dios no usa pañuelo, pero su pesar
dura siglos y forma ríos, mares,
lagos y nos da la lluvia y la nieve.
Es el más humanizado ser, hacedor
de mitos, la más pura dignidad,
fabricante y dador de bendiciones.
Él si cree en si mismo, y por eso
nos da la muerte, para llevarnos
a su casa a conocer a su familia.
Dios con la insensatez humana
se estremece y vuelve a llorar,
pues su llanto es inconsútil y eterno.
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