Sea que de un Dios,
bajo el cielo de muerte quedara,
fragante llama del amor,
en el altar de las almas.
Mas tras las sombras del sueño,
el descanso encontrara,
sobre un negro manto de seda,
¡manto de muerte!
que esconden las almas.
Mas de un sepulcro, surgió,
una luz que me cegaba,
entre flores llenas de amor,
que en el olvido, brotaban,
flores de colores,
pétalos del alma.
Tallos como cristal,
que al mirarlos se quebraban,
voces espectrales,
el silencio callaban,
el cielo se oscurecía,
y las penas fueron lágrimas.
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