Dulce es la mortaja,
que enterró el sufrimiento,
que la dura vida,
un día me ofreció.
Pues ahora sin tristeza,
yo sé, que las lágrimas,
y los llantos dormidos,
no son de mi dolor.
Como amante sombra del crepúsculo,
entre los cielos cautivos de ideas,
muriendo en los rincones oscuros,
amando al dios de las estrellas.
Así se disipa, el cruel mundo,
cuando envuelve de muerte la tristeza,
y sin miedo buscando en lo oscuro,
el alma se pierde en las tinieblas.
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