Circunloquios de espanto circundan hoy
el nido de los hierofantes, en la vaguedad
de los discursos pronunciados desde las almenas.
El nuevo son atiende sus toques y se lleva el aroma
y el soliloquio de las cátedras, sonámbulas y quietas,
renuentes a morir con las nimiedades del universo.
Ha dicho Zaratustra: las modernas religiones
se esconden avergonzadas de sus esquivas
pasiones, mientras el sacerdote toca con sus manos
el techo del mundo y cae herida la pirámide con
sus ídolos de piedra y sus dioses de barro.
Del ombligo de la Tierra sale disparado el rayo
mortal de Júpiter para partir en dos los emblemas
de los que han perdido el rumbo y niegan la
quintaesencia del Odeón y el panteón de los vivos.
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