Jamás empieza a navegar henchido
el velamen de nuestra alegre vida
ni en vísperas se inicia la partida
hacia el final por todos tan temido.
Navegar, ir con inaudito estilo
hacia una meta hoy edificante,
llegar a ser tal vez en un instante
de la flor el aroma y su pistilo.
Remar con entereza hacia el destino
como oruga tenaz y triunfadora,
hacer de la vida y en cada aurora
las aspas y la muela de un molino.
Conducir a nuestro bajel… derecho,
como Colón, hacia modernos rumbos,
no hundirnos en las olas ni en los tumbos
y renacer con vigor en cada trecho.
Amar las tormentas, salir de ellas
tal vez golpeado y con el alma rota,
manejar la nave y en cada gota
beber el mar y todas las estrellas.
Batirse en la derrota y la molicie,
ser fiero capitán y muy discreto
llevándose a la tumba su secreto:
y la gloria por siempre lo acaricie.
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