Con una inmensa sonrisa el niño de cinco
años realizo una plegaria al cielo por la
bella familia que le toco, por el regalo
del amor de sus padres, por el obsequio
de vida que le regalaron antes de nacer.
Con la alegría de estar feliz, agradecía
el alimento que se servia en la mesa,
con unos ojos predecibles cual pureza
del alma que se no se olvida y que se tatúa
en el interior para siempre.
Con la voz suave y las palabras casi débiles,
se escucho el rezo más tierno de un niño
que es el ángel que acompaña a los desolados
y que con su mano hace el milagro de volver
a vivir ante su presencia.
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