Se rompe la ilusión de aquella queja
de un joven corazón y muy maduro,
de lejos respaldándose en el muro
la núbil cerrazón que el tiempo deja.
Perdida tras de sí la negra reja
del triángulo celeste más impuro,
en los tonos del amplio claroscuro
rompiose por el centro la madeja.
Fui ángel derrotado y siempre ileso,
cargado de dolor estuve preso,
con alma, con amor y sin orgullo.
Mi suerte convirtiose en vengadora
y supo paladear la simple hora
de ser pluscuanperfectamente tuyo.
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