Ay que no se quien eres,
ay que no se de donde vienes,
a tejer con hilo de oro alabanzas,
para mis desgastadas y torturadas sienes.
Como me gusta que leas mis pobres ideas,
y cantes entre versos y palabras bellas,
cosas que acarician el alma,
cosas que te acunan cuando duermes.
Espero seguir llegando a ti,
con lo que mi corazón despierta y siente,
desde el anochecer a la aurora,
por tu noche callada, penumbra silente.
|