Tenía ganas de verla
y con una excusa me acerqué su casa.
Volver a pisar el zaguán,
me recordó su figura años atrás.
Nervioso, subí los peldaños desgastados
por la arena de la cercana playa.
Al abrirse la puerta de la que fue mi casa
noté una sincera acogida.
La ví.
Recorrí su cara detenidamente.
Había perdido peso
pero conservaba su belleza.
La dulzura de su mirada
fue interpretada por mi corazón
como una incomprensión a la distancia
que nunca habríamos deseado.
Las lágrimas interrumpieron la visita,
Salí.
Desconcertado miré a la playa
y pedí que el olvido no enterrara
nuestro cariño.
Se llama Ana
*Ana es mi suegra.Por motivos del destino, estamos lejos conservando un cariño mutuo que nos mantiene unidos.
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