Soñé anoche que tu amor perjuro
era el pálido manto de tu esencia,
bordándose con cruel magnificencia
la brisa fría del dolor impuro.
Probé la gota amarga del cianuro
de aquella copa sin pedir clemencia,
para caer en tu sutil presencia
hincado y ciego ante el doliente muro.
Dormido, en ese sueño soberano
de esencias ya marchitas y fugaces,
te vi danzar en caprichosos giros
tomada siempre de mi dúctil mano…
Tu boca sediciosa con sus frases
besando el aire se cerró en suspiros.
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