Su cara de ratón, el sol y esa manía
de guardar la sonrisa en la cartera
Vistiendo compostura ¡Quien la viera!
a la que supo ser la generosa
compañera de copas y de noches
de aquel gris bodegón de mala muerte
Jugando entre murmullos recortados
fue confidente fiel de cada esquina
interprete oficial de mil pesares
y gastadora eterna de la luna
De pie junto al cristal de la vidriera
hoy eterniza suspiros de elegancia
y aunque por adorar las musas solitarias
ha desteñido el azul de su mirada
no ha perdido el asombro, ni la garra
que una vez la salvaron de las sombras
Triste mujer, triste el absurdo de una vida
que se desangra paso a paso en las veredas
mientras en esa esquina aún no calla el grillo
que un día de esperanza le regaló una queja
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