La luna se asomó, presagio arisco
de los rubores de tu tersa frente
peinando con sus brillos el oriente
y los cielos con blanco alemanisco.
Entonces se adornó el ígneo risco
de perlas con sabor, omnipresente,
para invitar así calladamente
a un resumen de luz del suave disco.
La luna se escondió con casto impulso
en el sagrario de mi amor pagano
de aquella mi ansiedad de cruel negrura.
Rendiste un beso en mi pesar convulso
cuando sentiste trepidar mi mano
en la fruición de tul de tu cintura.
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