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Poema a mi madre

No llores madre tan salobres penas
ni enjugues con tu llanto las arenas,
espera que me llegue aquél estío.
De rodillas iré al camposanto
a besar tu lápida y el manto
de tu sepulcro pálido y tan frío.

Bendeciré tu nombre, las espinas
clavadas en las cruces mortecinas
de tus manos tocando tu sudario,
para pedir a Dios su sol clemente
que alumbre con sus rayos suavemente
de tu sepulcro el blanco campanario.

Recordaré el verde de tus ojos,
de tus manos los límpidos manojos
de claveles al rojo incandescente,
para adornar tu lápida mortuoria
y revivir así la vieja historia
de mi pasión por ti… eternamente.

Bendeciré tu alma redentora
y los pasos seguros de la hora
en que dijiste al mitigar la tarde:
“yo lloraré tus castos pensamientos
y la lluvia celeste de los vientos,
junto a la luna que en la noche arde”.

Me acunaré en el regazo incierto
de la alborada que regó tu huerto
donde tejiste para mí tus ansias.
Haré de tu recuerdo una caricia
y la fuente que riegue la delicia
que dejaste inundada de fragancias.

Recordaré también tu voz y acento,
del tibio corazón el sentimiento,
de tu muerte los lirios encendidos;
pondré en tu sepultura ya de hinojos
geranios blancos y gladiolos rojos
y los ángeles… a tus pies rendidos.


Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 09-02-2007
Última modificación: 27-10-2007


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