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BOSQUEJO DE UN RETRATO DE JESÚS EN EL AÑO 33 DE SU VIDA MORTAL

Alta, no demasiado su estatura,
gallarda, noble, esbelta su figura
de tanta y tal belleza peregrina,
que oculto al Verbo Eterno se adivina.

Blanca la tez y de apacible grana,
cabellos del color de la avellana,
largos, al estilo nazareno usados,
blondos y hermosos, de por sí rizados,
con refulgente nimbo en la cabeza
y sobrehumana y varonil belleza.

Ojos garzo y ardiente la pupila
mirada penetrante y muy tranquila,
cuando los ojos hacia el cielo eleva,
los corazones tras de si los lleva
y si los baja compasivo al suelo,
desciende en su mirada todo un cielo.

Boca y nariz perfectas, su semblante
siempre apacible, sin cesar radiante
de majestuosa luz que resplandece
y sol de la divinidad parece
que por nube feliz está eclipsado,
como Verbo de Dios que se ha encarnado.

La frente sin arruga y muy serena,
alegre gravedad y dulce pena
hay en la augusta faz que amor respira
de infinito atractivo a quien la mira,
las turbas van siguiéndole a millares
y hasta olvidan la tierra y sus pesares.

De su cuerpo es perfecta la estructura,
indecible la pureza y hermosura
de su aspecto, a la vez sencillo y grave;
en su trato se muestra dulce y suave,
terrible al reprender, mas muy afable,
inspira amor su rostro venerable.

Tan manso, tan humilde, tan profundo,
nunca ser tan ideal ha visto el mundo,
su santidad inmaculada admira
y el amor y el temor juntos inspira,
siempre abrazó con singular aprecio
la pobreza, la pena y el desprecio.

Jamás hay risa en el rosto santo,
mas muchas veces lo humedece el llanto,
perlas divinas que en aquellos ojos
aplacan de su Padre los enojos,
¡aunque sólo una lágrima vertiera
mil mundos este llanto redimiera!

Su porte es dulce y el mirar sereno,
es apacible, cariñoso y bueno,
su voz viril y encantador su acento,
su palabra eficaz y es un portento,
su enseñanza sublime, que es divina
¡tan alta cuan sencilla es su doctrina!

Sus manos suaves y de gracias llenas
enjugan llantos y consuelan penas,
pues complaciente alivia los dolores
y atrayendo hacia sí los pecadores,
dispuesto siempre está a dar la vida
por cada oveja del redil perdida.

Nunca niega las gracias que le imploran
y felices les llama a los que lloran,
el hace majestuoso y soberano
cosas divinas con estilo humano
y disfrazado, porque así convino,
cosas humanas con sabor divino.

Jesús de Nazareth tal es su nombre,
el suele apellidarse Hijo del Hombre,
es de grande atractivo su persona
y muy sufrido sin cesar perdona,
la fuente de verdad en El se encierra
tal es Jesus cruzando por la tierra.

Por la Sierva de Dios
María Angélica Álvarez Icaza
24 de diciembre de 1919


GÉMINIS

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Publicado el: 12-02-2007
Última modificación: 00-00-0000


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