Todo se perdió en tres escasas horas,
La compostura, el sentido del honor,
La modosidad, el pundonor,
Solo sobrevivió el puro equilibrio,
La verticalidad otorgada por natura,
La madre que, en paladino, nos parió.
Fueron momentos de ruptura voluntaria,
Sin manifiesto previo, sin planificación,
Por necesidad estricta de la existencia,
Por imposición de la más recia rutina,
Sin quejas ni pamplinas,
Por oración práctica a nuestro dios.
Así se escribió dichoso poema,
En idioma descarado, sin clemencia,
Con un pie en la silla y otro en la mesa,
Trastabillado levantar si desperezas,
Tremendo porrazo sin guardar cabeza.
Quién osó vulnerar la felicidad que otorga:
El rico manjar, la charla de sobremesa,
La risa al dislocar el hilo del argumento,
El brindis con criatura de la tierra,
El placer nacido de tan sabroso momento.
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