Anoche se durmió con las risueñas
vaguedades de un denso terciopelo,
dejando para mí su hirsuto pelo,
brillando cual cascada entre las peñas.
Tendido, en la cama descubierta,
bebí de aquellos labios el bromuro
y pude de su amor tan limpio y puro
tomar la luna de su luz incierta.
Jamás soñé en mi pasión lejana
cerrar mi corazón con albo broche
y mucho menos trasponer la noche
como trasciende el sol en la mañana.
Hoy la lleno de dichas y caudales
de mis besos y nítidos fervores,
y así adorno su alma con amores
y los nichos de faustas catedrales.
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