No soy de muchos cantares
ni le rindo a la tristeza
pues evito la flaqueza
de llorarle a mis pesares.
No respiro por la herida
ni soy sumiso o cobarde
no hay pleito que a mí me cuadre
y me entorpezca la vida.
Mi valor es la confianza
la solvencia es lo primero
y exploto siempre el venero
de la pulcra y buena crianza.
Fui amigo de Pedro el viejo,
mi heladero favorito…
quien daba siempre su grito
como un suspiro reflejo.
Sí, subí en el monte agreste
sin caballo y sin montura
y pasé mi vida pura
en los pueblos del sureste.
Yo viví entre el adobe
de una casa solariega,
con fuente que el patio riega
y una luz de gente pobre.
Resiste fiel mi tristeza
como se dobla el carrizo
y luego si es preciso
me doy con gran entereza.
Traté a pobres y a ricos
y de nadie fui su esclavo,
mi alma siempre la lavo
sin sacristanes ni ritos.
Es mi tierra tan bendita
como palabra de honor
causándome gran dolor
ver una mujer marchita.
No hay amor sin fantasía
ni mujer con fiel espejo,
si el hombre se muere viejo
lo velan siempre de día.
Yo vengo de la montaña
a besar el santo suelo
en donde con llantos y duelo
el agua mi tierra baña.
La lluvia es azote divino
que forma afluentes y ríos
y derrumba caseríos
a nombre de un cruel destino.
En mi pueblo es el dinero
general y gran señor,
compra gobiernos y honor
y nos quita el sombrero.
Me gusta la vida sana
del versar y la cultura
y en amores la hermosura
de toda mujer galana.
Igual que Martí yo quiero
vivir mi vida con calma
“y echar mis versos del alma”
pues “soy un hombre sincero”.
No quiero suerte funesta
ni obtener la lotería,
pero que hagan una fiesta
si muero de noche o día.
Cuando se instale el velorio
de esa mi muerte muy grata
que me seduzca una beata:
la de don Juan, el Tenorio.
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