Eres eterna como el oro viejo
e incandescente en todo tu derroche
y cintilas de lejos como espejo
en los perfiles de tu regia noche.
Tuxtla, la de mis mágicos recuerdos,
de aurora plena y de candentes tardes,
te ungiste capital con tus veneros
de liberal honor y sin alardes.
Y te rendiste a regios modernismos
al entregarte así a la piqueta,
pero hablas con castizos arcaísmos
construyendo tu faz de de niña inquieta.
Cuando te digo adiós estoy muy triste,
si vuelvo a ti y a tu callado pecho
envuelto en los aromas que me diste
yo siento tu latir en cada trecho.
Alojas al mestizo, al indio zoque,
al hispano y al hombre perseguido,
en tu tiempo tú juegas al enroque
y así me envuelves en caliente nido.
De arena fueron antes tus caminos,
tus casas de carrizo y lodo fueron
y en tus parques cantaron con sus trinos
las aves que por buena te quisieron.
Te prodigas entera y caprichosa
en cada noche de tu ser sincero,
en los abriles festejas bulliciosa
a San Marcos, tu santo misionero.
Eres de tardes lúdicas, serenas,
de luces encarnadas y arreboles,
y parecen tus cálidas mañanas
iluminadas por quinientos soles.
Elevas tus modernos edificios
luciendo el gris añil de las veredas,
y guardas del portal los sacrificios
que tuvieran las verdes primaveras.
Hoy luce tu fragante quiromancia
la luna inquieta del solar nativo,
me llevo tus aromas, tu fragancia,
tu paz y tu calor tan preceptivo.
Muy rumbosa te engarzas en las peñas
como una joya de cristal de roca…
en el Mactumatzá altiva enseñas
la base santa que a su Cristo invoca.
Eres hoy como el pan, caliente y fino,
de suspiros y besos que presiento,
estación terminal de mi destino
y un punto cardinal del pensamiento.
|